VIERNES, 11/IX/2009
Pequeño madrugón en nuestro día de aclimatación, desayunamos contundentemente y vemos que todos hemos dormido bien: eso es importante. Vamos a subir el Mont Blanc de Tacul, para hacer parte del recorrido de día, que mañana haremos de noche. La ascensión se hace muy agradable, y todos nos encontramos bien a cuatro mil metros, eso nos anima mucho, y se nos ve contentos. Además, subir hasta allí nos deja ver otra parte del recorrido de mañana, la subida al Col del Mont Maudit, que tanto nos preocupa, sobre la que tanto hemos comentado, preguntado, pensado, imaginado…Pero la noche anterior, cenando en el refugio, hablamos con un guía que nos dio las claves de la tranquilidad: la rimaya se pasa estupendamente, y para llegar a la Brecha del Maudit, hay cuerdas fijas: bieeeen!!!!!
La verdad que pasamos la mañana alegremente, sin prisas, sacando fotos de todo lo que mañana no veremos, hablando, riendo…estamos todos tan tranquilos, la víspera de cumplir un sueño que nos ha acompañado años y años. Uno de esos sueños latentes, que llegan de repente, que se enquistan en el corazoncito de cada uno: una razón íntima en cada uno, una fuerza motriz que empuja desde dentro. Y desde la cima del Tacul las dudas se desvanecen…nuestro sueño está al alcance, está tan cerca, y estamos disfrutando tanto de tenerlo delante, que es como cuando te regalan algo y te pasas unos minutos mirando el paquete, sin abrirlo, regocijándote en la sensación del regalo recibido, de la incertidumbre, de la ilusión y los nervios…
Bajamos bastante rápido y nos quedamos a comer en el glaciar, cerca del refugio, al solecito…hoy no hay prisas…
Una vez en el refugio pasamos toda la tarde tumbados, viendo fotos, riéndonos, viendo como Edesio prepara su mochila cuidadosamente (durante tooooda la tarde!), saboreando esos momentos previos al gran día, acordándonos tanto de Donato que acabamos llamándole. Llamada agridulce casi seguro, pero no se le nota en ningún momento, no deja de animarnos para el día siguiente, y seguro que ni nos entiende, porque hablamos precipitadamente, interrumpiéndonos unos a otros…la cara de Edesio muestra una melancolía enternecedora. Y es que cada vez que veo a Edesio aparecer por alguna puerta, espero ver a Donato detrás…en fin.
Sólo nos levantamos para disfrutar de otra magnífica cena en este refugio de cuento, sólo manchado por la falta de educación de la gente y los ronquidos inevitables…bueno, y por el baño que estuvo un día estropeado, y casi había que ponerse crampones para hacer un pis sin peligro a que te mearan desde la barandilla del refugio…
Pequeño madrugón en nuestro día de aclimatación, desayunamos contundentemente y vemos que todos hemos dormido bien: eso es importante. Vamos a subir el Mont Blanc de Tacul, para hacer parte del recorrido de día, que mañana haremos de noche. La ascensión se hace muy agradable, y todos nos encontramos bien a cuatro mil metros, eso nos anima mucho, y se nos ve contentos. Además, subir hasta allí nos deja ver otra parte del recorrido de mañana, la subida al Col del Mont Maudit, que tanto nos preocupa, sobre la que tanto hemos comentado, preguntado, pensado, imaginado…Pero la noche anterior, cenando en el refugio, hablamos con un guía que nos dio las claves de la tranquilidad: la rimaya se pasa estupendamente, y para llegar a la Brecha del Maudit, hay cuerdas fijas: bieeeen!!!!!
La verdad que pasamos la mañana alegremente, sin prisas, sacando fotos de todo lo que mañana no veremos, hablando, riendo…estamos todos tan tranquilos, la víspera de cumplir un sueño que nos ha acompañado años y años. Uno de esos sueños latentes, que llegan de repente, que se enquistan en el corazoncito de cada uno: una razón íntima en cada uno, una fuerza motriz que empuja desde dentro. Y desde la cima del Tacul las dudas se desvanecen…nuestro sueño está al alcance, está tan cerca, y estamos disfrutando tanto de tenerlo delante, que es como cuando te regalan algo y te pasas unos minutos mirando el paquete, sin abrirlo, regocijándote en la sensación del regalo recibido, de la incertidumbre, de la ilusión y los nervios…
Bajamos bastante rápido y nos quedamos a comer en el glaciar, cerca del refugio, al solecito…hoy no hay prisas…
Una vez en el refugio pasamos toda la tarde tumbados, viendo fotos, riéndonos, viendo como Edesio prepara su mochila cuidadosamente (durante tooooda la tarde!), saboreando esos momentos previos al gran día, acordándonos tanto de Donato que acabamos llamándole. Llamada agridulce casi seguro, pero no se le nota en ningún momento, no deja de animarnos para el día siguiente, y seguro que ni nos entiende, porque hablamos precipitadamente, interrumpiéndonos unos a otros…la cara de Edesio muestra una melancolía enternecedora. Y es que cada vez que veo a Edesio aparecer por alguna puerta, espero ver a Donato detrás…en fin.
Sólo nos levantamos para disfrutar de otra magnífica cena en este refugio de cuento, sólo manchado por la falta de educación de la gente y los ronquidos inevitables…bueno, y por el baño que estuvo un día estropeado, y casi había que ponerse crampones para hacer un pis sin peligro a que te mearan desde la barandilla del refugio…
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