24 de enero de 2010

TOC, TOC, BARROSA?

Pude conocerte gracias a haber trabajado un fin de semana, quién lo iba a decir. Pero las horas de trabajo y esfuerzo se vieron recompensadas por un viernes libre, en invierno. Un regalo envuelto de papel soleado y cálido. Así fue como te encontré.
Me habían hablado de ti, me enseñaron fotos, me dijeron dónde vivías, cómo te llamabas, y estos días no se hablaba de nada más. Yo estaba ya nerviosa: ¿le caeré bien? ¿Me dejará visitarle? ¿Se enfadará si voy a verle sin avisar?
Con todas esas dudas fuimos a verte, saliendo bien pronto el viernes, creyéndonos casi solos en la visita. De camino ya nos llamaron Alberto y Rafa, que iban también a conocerte, por otro lado sabíamos que también venían Rafa, Miguel Ángel e Isabel (vive muy cerca de tu casa…).
En Parzán a desayunar. Allí formamos un grupo compacto, una visita en toda regla, montón de nuevos compañeros: J.R., Marga, Martín (y su cordino con tabla, y su té (mmmmm…) con mochila), Leti,…en total nueve visitantes nos juntamos.

El paseo hasta tu casa fue indescriptible, por más palabras que intente coser en la pantalla para materializar las sensaciones, la idea de adentrarnos en el valle, poco a poco, sobre blanco y bajo azul, entre pinos y familiares, arropaditos hasta tu portal fueron sensaciones que querremos soñar una y mil veces.
He de decir que entramos por la puerta de atrás, y que no hay ascensor. Hay que subir unas escaleras tortuosas, que te resbalas a ratos, que te hacen sudar bajo el calor del mediodía…pero eso hace de la llegada al portal de casa un momento especial. Te quedas mirando, de cerca, y piensas que si has llegado hasta allí con las mejores intenciones, no te puede rechazar. Y no lo hace, te recibe con los brazos abiertos, sube las persianas para que puedas ver a sus vecinas: la Munia, la Pequeña Munia y Sierra Morena, tres macizas, muy juntitas ellas, que reciben muchas más visitas que nuestro amigo. Pero a él le encanta su discreción, y le llena de encanto también. Desde luego tiene una terraza con vistas envidiables…
Tras la comida, dejamos que nuestro amigo Barrosa echara su siesta, y disfrutara en solitario de las luces de la tarde, que tampoco hay que abusar de los anfitriones. Nos vamos encantados, y el entretenido camino de vuelta nos hace olvidar la pena por dejar atrás a este magnífico pico.

Volveremos amigo, no nos has dejado indiferentes. Tú has sido la razón de ser de este día, de este grupo de sonrientes visitantes. Tú has dibujado cada una de nuestras sonrisas. Tú has hecho de un viernes un día festivo. Muchas gracias, compañero, volveremos!

11 de enero de 2010

ROYA Y BLANCA


Tanto hablar maravillas del esquí de travesía, tanto llenarme la boca de la tranquilidad del Pirineo sin telesillas, tanto chovinismo aragonés, que por fin convencí a mi hermano Nacho y a Rut para que probaran. Y tocó este fin de semana, en plena ola de frío, con el paso Castellón-Teruel más que complicado: con nieve, hielo, y ventisca, con cincuenta camiones cual gusanos de procesionaria reanudando su marcha tras un día entero de espera en algún punto de la autovía mudéjar…
Pero llegaron, vaya si llegaron, para algo son montañeros. Cuando el Pirineo llama…cualquiera le dice que no, cualquiera hace oídos sordos a los cantos de sirenas…
Los principios nunca son fáciles: La sesión de fotos y la curiosidad ya las traían de casa, el vocabulario nuevo les iba sonando: focas, cuchillas, fijación ligera, fijación pesada, pala, ARVA, sonda. Sólo quedaban algunos pasos previos: alquiler de material, visita obligada a las tiendas de montaña, revisión de los puntos importantes y decidir la ruta. Ya está, sólo quedaba madrugar y disfrutar de los comienzos.
Salimos de Bretón 34, recogemos a Isabel en el Actur. Desayunamos en Escarrilla donde acude Enrique, un nuevo y experimentado fichaje del grupo travesero. Persona discreta y noble, de los que inspiran respeto, confianza. Escucha con atención, observa.
Tras cargar pilas con el café y demás, salimos impacientes hacia el Portalet. La carretera desde la frontera está cubierta de nieve, aunque los tres coches llegan sin problemas al parking. Hace fresco, diez grados bajo cero, pero el corazón nos bombea calor hacia todas las zonas del cuerpo. Una vez calzados los esquís, ya sólo podemos disfrutar de la nieve inmaculada, de una subida sin esfuerzo, sin tiempo, sólo luces de invierno, sombras frías y el calor de una compañía hasta ahora poco habitual. Sin embargo, nadie me resulta extraño, todos estamos juntos, cerca.
Los primerizos no lo parecen, y hacen cima como si tal cosa. El pico Canal Roya se hace corto, así que decidimos pasar a la Peña Blanca por el cordal, intacto. La salida gana puntos conforme avanzamos, con los esquís en la mochila ya. Tenemos vistas por partida doble: hacia un lado y hacia otro…yo quiero sonreír todo el rato, pero es que el frío me hiela los dientes! Es tan bonito, tanto…
Y de repente, para abajo! Qué bajada más chula! Esperábamos una costra que no encontramos, por suerte. Y comprobamos la importancia de buscar las orientaciones adecuadas: frente a nosotros dos aludes en la Sur del Peyreget.
“Venga, tira, que no quiero pisarte la pala!” Esta frase dice mucho de una persona que cede el paso a otro esquiador, para que disfrute de dibujar el primer surco en una ladera. Una apología del altruismo, tan discreta, tan natural, que nadie oyó.
Disfrutamos como enanos de una nieve estable, de unas laderas suaves y de un sol que añadía grados a la tarde y facilitaba la duración de la sonrisa final.
Ya en el coche, todos deseando volver a juntarnos para la próxima…
Que podamos repetir!

2 de enero de 2010

BACÍAS AL SOL

Empieza el año, y pese a haberme comido sólo cuatro de las 12 uvas, pido deseos de lo más variado, y muchos, porque alguno caerá. De hecho, debo tener alguno pendiente del año pasado…se guardan los deseos de un año para otro? La respuesta es muy obvia: pues claro! No deseamos durante años? No se cumplen sueños alimentados durante décadas?
Bien pues, para alimentar el deseo un día más, empieza el año con nieves y mal tiempo, pero el dos de enero, una tregua, una ventanita de sol en medio de un montón de nubes. Y allá que vamos, nos la jugamos. Vamos quince, dispuestos a encontrar un día horrible, muy gris y frío, muy invernal y poco luminoso. Pero tenemos algún tipo de enchufe con la meteo, y el sol se espera justo hasta que llegamos…qué suerte la nuestra.
Algunos de nosotros vamos de estreno: tablas, fijaciones, a ver, a ver, probamos sensaciones, aligeramos…
El bosque mágico presenta un aspecto de lo más navideño: todos los pinos nevados, 20 centímetros de nieve en cada rama. Los escaramujos destacan con su rojo brillante, y las semillas de los arces parecen querer decorar colgando sobre las ramas defoliadas.
Hay un buen manto de nieve polvo, que hace del que va el primero, un héroe, del que todos los demás nos beneficiamos, al que todos seguimos encantados. Yo no sé si es la fijación ligera (qué peso me he quitado de encima!), las vacaciones, el sol, la nieve, la gente que me rodea, o el conjunto de todo, pero no puedo sentirme mejor. El Garmo Negro, enfrente, abruma, de lo bonito que está. En mitad del bosque, en una pequeña bajada, freno en seco y me caigo hacia delante. De repente vuelvo a la niñez, a mis clases de gimnasia rítmica, y hago alarde de elasticidad, que no de habilidad. Me quedo con un brazo por debajo del esquí del valle, y todo mi peso hacia abajo, de forma que no me puedo incorporar, pero es que no me puedo casi mover: pero qué he hecho? De repente me acuerdo de que hoy no voy la última, menos mal! Alguien me verá hecha un higo y me ayudará. Y ahí esta el omnipresente Fer, que consigue deshacer el ovillo que es mi cuerpo, y vuelvo otra vez a adoptar forma de persona que esquía. Seguimos. Aunque no veo ni torta, llevo nieve por todas partes…
A medida que subimos, sin prisa pero sin pausa, hace más frío. Sólo paramos un momentín a reponer fuerzas, pero parados no podemos estar mucho rato. En la cima del Bacías pasamos el tiempo justo para quitar focas y ser conscientes de esta maravilla de manto que ya lo cubre todo, que ya nos ha atrapado otra vez entre sus redes, como la araña a los insectos. Ya de bajada el termómetro marca cinco grados negativos, y nuestras manos dan fe de esa temperatura.
La bajada es un verdadero placer para los que dominan el arte del descenso. Yo hago lo que puedo, pero me encanta ver a todos bajando, cada uno con su particular estilo, tan diferentes todos, todos tan nuestros, cada uno tan suyo…tenemos un punto en común: todos nos lo pasamos pipa! Tras los pinos, veía a Lucy girar, a Edesio disfrutar esquiando junto a Donato, a Diego Teixeira con su equipo extra ligero, y a todos los que no han venido, y sin embargo han estado.
Como siempre, el silencio seco de un bosque nevado, representa el escenario perfecto para otro de nuestros cuentos, lástima que el “fin” caiga plomizo sobre nosotros, al aparecer frente a los edificios del Balneario de Panticosa.
No me había quitado todavía los esquís y ya estaba deseando volver. Qué tiene el Pirineo?!
Que disfruten ustedes de este 2010 que acaba de llegar!