Tanto hablar maravillas del esquí de travesía, tanto llenarme la boca de la tranquilidad del Pirineo sin telesillas, tanto chovinismo aragonés, que por fin convencí a mi hermano Nacho y a Rut para que probaran. Y tocó este fin de semana, en plena ola de frío, con el paso Castellón-Teruel más que complicado: con nieve, hielo, y ventisca, con cincuenta camiones cual gusanos de procesionaria reanudando su marcha tras un día entero de espera en algún punto de la autovía mudéjar…
Pero llegaron, vaya si llegaron, para algo son montañeros. Cuando el Pirineo llama…cualquiera le dice que no, cualquiera hace oídos sordos a los cantos de sirenas…
Los principios nunca son fáciles: La sesión de fotos y la curiosidad ya las traían de casa, el vocabulario nuevo les iba sonando: focas, cuchillas, fijación ligera, fijación pesada, pala, ARVA, sonda. Sólo quedaban algunos pasos previos: alquiler de material, visita obligada a las tiendas de montaña, revisión de los puntos importantes y decidir la ruta. Ya está, sólo quedaba madrugar y disfrutar de los comienzos.
Salimos de Bretón 34, recogemos a Isabel en el Actur. Desayunamos en Escarrilla donde acude Enrique, un nuevo y experimentado fichaje del grupo travesero. Persona discreta y noble, de los que inspiran respeto, confianza. Escucha con atención, observa.
Tras cargar pilas con el café y demás, salimos impacientes hacia el Portalet. La carretera desde la frontera está cubierta de nieve, aunque los tres coches llegan sin problemas al parking. Hace fresco, diez grados bajo cero, pero el corazón nos bombea calor hacia todas las zonas del cuerpo. Una vez calzados los esquís, ya sólo podemos disfrutar de la nieve inmaculada, de una subida sin esfuerzo, sin tiempo, sólo luces de invierno, sombras frías y el calor de una compañía hasta ahora poco habitual. Sin embargo, nadie me resulta extraño, todos estamos juntos, cerca.
Los primerizos no lo parecen, y hacen cima como si tal cosa. El pico Canal Roya se hace corto, así que decidimos pasar a la Peña Blanca por el cordal, intacto. La salida gana puntos conforme avanzamos, con los esquís en la mochila ya. Tenemos vistas por partida doble: hacia un lado y hacia otro…yo quiero sonreír todo el rato, pero es que el frío me hiela los dientes! Es tan bonito, tanto…
Y de repente, para abajo! Qué bajada más chula! Esperábamos una costra que no encontramos, por suerte. Y comprobamos la importancia de buscar las orientaciones adecuadas: frente a nosotros dos aludes en la Sur del Peyreget.
“Venga, tira, que no quiero pisarte la pala!” Esta frase dice mucho de una persona que cede el paso a otro esquiador, para que disfrute de dibujar el primer surco en una ladera. Una apología del altruismo, tan discreta, tan natural, que nadie oyó.
Disfrutamos como enanos de una nieve estable, de unas laderas suaves y de un sol que añadía grados a la tarde y facilitaba la duración de la sonrisa final.
Ya en el coche, todos deseando volver a juntarnos para la próxima…
Pero llegaron, vaya si llegaron, para algo son montañeros. Cuando el Pirineo llama…cualquiera le dice que no, cualquiera hace oídos sordos a los cantos de sirenas…
Los principios nunca son fáciles: La sesión de fotos y la curiosidad ya las traían de casa, el vocabulario nuevo les iba sonando: focas, cuchillas, fijación ligera, fijación pesada, pala, ARVA, sonda. Sólo quedaban algunos pasos previos: alquiler de material, visita obligada a las tiendas de montaña, revisión de los puntos importantes y decidir la ruta. Ya está, sólo quedaba madrugar y disfrutar de los comienzos.
Salimos de Bretón 34, recogemos a Isabel en el Actur. Desayunamos en Escarrilla donde acude Enrique, un nuevo y experimentado fichaje del grupo travesero. Persona discreta y noble, de los que inspiran respeto, confianza. Escucha con atención, observa.
Tras cargar pilas con el café y demás, salimos impacientes hacia el Portalet. La carretera desde la frontera está cubierta de nieve, aunque los tres coches llegan sin problemas al parking. Hace fresco, diez grados bajo cero, pero el corazón nos bombea calor hacia todas las zonas del cuerpo. Una vez calzados los esquís, ya sólo podemos disfrutar de la nieve inmaculada, de una subida sin esfuerzo, sin tiempo, sólo luces de invierno, sombras frías y el calor de una compañía hasta ahora poco habitual. Sin embargo, nadie me resulta extraño, todos estamos juntos, cerca.
Los primerizos no lo parecen, y hacen cima como si tal cosa. El pico Canal Roya se hace corto, así que decidimos pasar a la Peña Blanca por el cordal, intacto. La salida gana puntos conforme avanzamos, con los esquís en la mochila ya. Tenemos vistas por partida doble: hacia un lado y hacia otro…yo quiero sonreír todo el rato, pero es que el frío me hiela los dientes! Es tan bonito, tanto…
Y de repente, para abajo! Qué bajada más chula! Esperábamos una costra que no encontramos, por suerte. Y comprobamos la importancia de buscar las orientaciones adecuadas: frente a nosotros dos aludes en la Sur del Peyreget.
“Venga, tira, que no quiero pisarte la pala!” Esta frase dice mucho de una persona que cede el paso a otro esquiador, para que disfrute de dibujar el primer surco en una ladera. Una apología del altruismo, tan discreta, tan natural, que nadie oyó.
Disfrutamos como enanos de una nieve estable, de unas laderas suaves y de un sol que añadía grados a la tarde y facilitaba la duración de la sonrisa final.
Ya en el coche, todos deseando volver a juntarnos para la próxima…
Que podamos repetir!
Preciosa y original crónica. Muy personal, en tu línea, Blanca.
ResponderEliminarBonitas las palabras hacia Enrique, toda una bella persona, al hilo del japonés de "el erizo".
Habrá más y con gente tan agradable, seguro.
Fue un día precioso. De los de recordar, pues todo pasaba tan rápido que no se podía saborear lentamente. Tantos sitios a donde mirar, tantas cosas bellas a la vez. Y hay que bajar pronto al coche, que hace frío y nacho y rut tienen viaje largo de vuelta. Qué bien tener las fotos y algún vídeo para poder "vivir" de nuevo, con calma, ese bello día.
Jorge
Hay tantas cosas por hacer y tan poco tiempo, que parece que concentrate sólo en una haga que te dejes cosas por el camino y ya no hay vuelta atrás. ¡Qué pensamiento tan negativo!, pero, como ya he oido de boca de más gente, algo tiene el monte que engancha y te den ganas de repetir. Es curioso como cuando estas en las nubes todo sucede veloz, pero cuando llegas a casa, es como si hubeieses estado fuera una semana! Es una sensación genial.
ResponderEliminarBonita cronica, mucho, tan bonitas como el resto, y bonitas fotos las de Jorge, igual algún dia tengo el placer de compartir ruta con vosotros. Un saludo desde Madrid
ResponderEliminarTus crónicas, las fotos de Jorge y el relato de la travesía por parte de Rut y Nacho,que debutaban, me hacen vivir la aventura como si hubiera participado en ella.Pero me entran escalofríos cuando oigo o veo escrita la palabra ARVA. Mor
ResponderEliminarHola Blanca!
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