- Mamá, y qué máquina fabrica el cierzo?
Eso ha salido de la boquita de un niño esta tarde, mientras iba a buscar unos gatos. Y he recordado nuestro fin de semana pasado…en el Pirineo.
Habíamos fantaseado con la idea de hacer el cresterío del Vignemale, pero a medida que se acercaban las fechas surgían las pegas. Venga pues, hacemos el cresterío de la Munia. Al final fuimos un grupo de 9, a subir la arista NE del Taillón, y si se pudiera, los Gabietos, cuentas pendientes para algunos, ilusiones alimentadas, cebadas por la ilusión.
De Zaragoza salimos Donato, Álex, Jorge y yo, y nos encontramos con Nacho, JuanPa y Carlos en Bujaruelo. Xavi acudirá allí desde Barcelona, y Edesio estaba en el refugio de Serradets, ya que había salido de Ordesa por la mañana.
Extendemos en el césped cuerdas y cacharrerío (Donato, de dónde has sacado todo esto?), se me hace la boca agua, y hago fuerza para que las suelas de mis botas toquen el suelo de nuevo. El ambiente está húmedo, y una brisa nos pone los pelos de punta…venga, salgamos ya que hace un frío…y comenzamos la subida siguiendo los pasos, ya conocidos, del GR 11. A medida que avanzamos el viento coge confianza, y se junta con la llovizna que nos hace sacar cortavientos, guantes, chubasqueros,…
Salvamos unos quinientos metros de desnivel cuando vemos que una de las figuras oscuras va hacia abajo, en vez de hacia arriba como todo el mundo. Un hombre bajo una capa azul marino nos hace aspavientos con los brazos (un loco?) Nos acercamos a él y no puedo evitar la euforia al descubrir a Edesio bajo la capa azul: Edesioooooooo! Aligero el paso hacia él, para plantarle dos besos. Empapadico va el pobre…Nos dice que el refugio está lleno hasta los topes. No tenemos sitio…qué poco previsores hemos sido! Cambio de planes, de nuevo. Me sorprendo a mi misma no sintiendo ninguna pena por el imprevisto, ni preocupación por dónde dormir o qué hacer. Pienso un poco más: por qué, por qué te da tan igual, por qué no hay frustración, por qué no me preocupa que nuestro plan se vaya al traste, si ni siquiera sé dónde voy a dormir hoy…y la respuesta la tengo en mis narices: Nacho, Álex, Donato, Edesio, Xavi, JuanPa, Carlos y Jorge. Estando tan bien acompañada, qué más me puede dar dónde durmamos o a qué nos dediquemos al día siguiente? Y la verdad que al estar todos tan frescos, lo normal es que todo salga bien. En el refugio de Bujaruelo nos improvisan un campamento de lujo, y nos dan de cenar. La cena como siempre animada, estrechando unos lazos recientes para algunos, en consolidación para otros, y soldados ya incluso para algunos. Me gusta que los planes salgan bien…
Finalmente decidimos hacer la cresta que lleva al Pico Otal, y yo me dejo los bastones en el camping…aysssss, qué despiste! Hay que volver!
Una noche ventosa, una subida ventosa. Ese viento frío que vuelve locos a muchos, ese viento que roba calorías sin permiso, ese viento que en invierno sopla la nieve de las cimas, ese viento que moldea los árboles, los retuerce, los arranca; ese viento que alimenta los incendios, y hace que las llamas bailen a su son, ese viento que obliga a esforzarse al máximo para avanzar con la bici…no sé dónde está la fábrica del cierzo, pero está claro que en estos Pilares no han tenido fiesta…
Eso ha salido de la boquita de un niño esta tarde, mientras iba a buscar unos gatos. Y he recordado nuestro fin de semana pasado…en el Pirineo.
Habíamos fantaseado con la idea de hacer el cresterío del Vignemale, pero a medida que se acercaban las fechas surgían las pegas. Venga pues, hacemos el cresterío de la Munia. Al final fuimos un grupo de 9, a subir la arista NE del Taillón, y si se pudiera, los Gabietos, cuentas pendientes para algunos, ilusiones alimentadas, cebadas por la ilusión.
De Zaragoza salimos Donato, Álex, Jorge y yo, y nos encontramos con Nacho, JuanPa y Carlos en Bujaruelo. Xavi acudirá allí desde Barcelona, y Edesio estaba en el refugio de Serradets, ya que había salido de Ordesa por la mañana.
Extendemos en el césped cuerdas y cacharrerío (Donato, de dónde has sacado todo esto?), se me hace la boca agua, y hago fuerza para que las suelas de mis botas toquen el suelo de nuevo. El ambiente está húmedo, y una brisa nos pone los pelos de punta…venga, salgamos ya que hace un frío…y comenzamos la subida siguiendo los pasos, ya conocidos, del GR 11. A medida que avanzamos el viento coge confianza, y se junta con la llovizna que nos hace sacar cortavientos, guantes, chubasqueros,…
Salvamos unos quinientos metros de desnivel cuando vemos que una de las figuras oscuras va hacia abajo, en vez de hacia arriba como todo el mundo. Un hombre bajo una capa azul marino nos hace aspavientos con los brazos (un loco?) Nos acercamos a él y no puedo evitar la euforia al descubrir a Edesio bajo la capa azul: Edesioooooooo! Aligero el paso hacia él, para plantarle dos besos. Empapadico va el pobre…Nos dice que el refugio está lleno hasta los topes. No tenemos sitio…qué poco previsores hemos sido! Cambio de planes, de nuevo. Me sorprendo a mi misma no sintiendo ninguna pena por el imprevisto, ni preocupación por dónde dormir o qué hacer. Pienso un poco más: por qué, por qué te da tan igual, por qué no hay frustración, por qué no me preocupa que nuestro plan se vaya al traste, si ni siquiera sé dónde voy a dormir hoy…y la respuesta la tengo en mis narices: Nacho, Álex, Donato, Edesio, Xavi, JuanPa, Carlos y Jorge. Estando tan bien acompañada, qué más me puede dar dónde durmamos o a qué nos dediquemos al día siguiente? Y la verdad que al estar todos tan frescos, lo normal es que todo salga bien. En el refugio de Bujaruelo nos improvisan un campamento de lujo, y nos dan de cenar. La cena como siempre animada, estrechando unos lazos recientes para algunos, en consolidación para otros, y soldados ya incluso para algunos. Me gusta que los planes salgan bien…
Finalmente decidimos hacer la cresta que lleva al Pico Otal, y yo me dejo los bastones en el camping…aysssss, qué despiste! Hay que volver!
Una noche ventosa, una subida ventosa. Ese viento frío que vuelve locos a muchos, ese viento que roba calorías sin permiso, ese viento que en invierno sopla la nieve de las cimas, ese viento que moldea los árboles, los retuerce, los arranca; ese viento que alimenta los incendios, y hace que las llamas bailen a su son, ese viento que obliga a esforzarse al máximo para avanzar con la bici…no sé dónde está la fábrica del cierzo, pero está claro que en estos Pilares no han tenido fiesta…
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